domingo, 14 de julio de 2013

La muerte

No voy a vivir para siempre. Nadie lo ha hecho y nadie lo hará. No es consuelo en absoluto. La línea que separa estar aqui de no estarlo es mínima. En cualquier momento un accidente, verte en medio de un conflicto y ser asesinado o ser victima de una enfermedad... Estoy vivo escribiendo esto, pero no tengo la certeza de que mañana podré estar aqui otra vez. Y ese pensamiento me aterra.

La vida es maravillosa, es cada detalle. Cuando ríes y cuando lloras. Cuando coges de la mano a la persona que amas o cuando discutes con un hermano. Todo lo que nos pasa es sencillamente un regalo, porque estamos vivos para sentirlo cuando otros no lo están.

En el curso natural está el marcharse. Cada día marchan muchos y llegan nuevos. Nacen preciosos bebes sin conciencia que correrán distintas suertes.

El egoísmo me lleva a temer a la muerte como el miedo a despojarme del bien mas preciado, mi existencia. Y taladra mi mente con retorcidos pensamientos que llevan al negativismo y la hipocondría. En cierta manera como una espiral dolorosa y autodestructiva en el emocional que me ha vuelto alguien demasiado inestable, frágil e irascible. Y no soy así. Pero nada pasa por casualidad.

Todos vivimos de alguna forma como viven los planetas. En un cosmos donde todo gira armoniosamente bajo unos ritmos silenciosos. Los astros no son conscientes de ello. Como no lo era yo. Pero un día comprendes que ese cosmos no será eterno. No por ti mismo, sino por cada uno de los otros planetas que forman esa estabilidad. Porque yo no se cuando me iré, pero asumo como natural la partida de mis mayores, y basta que el sol tiemble un segundo para demostrar que solo con perder una persona de ese cosmos y yo caería sin remedio.


He visto dejar de brillar el sol que me dio la vida durante días. He llegado a creer que no volvería a iluminar todo. Y en esa sombra me he diluido en dolor y angustia. Y esa angustia ha fraguado en mi ser una profunda tristeza. El sol por suerte volvió a brillar... Y yo por suerte a sonreír, aunque otras heridas quedan por dentro. Ahora el reto es curarlas y madurar en aquello que nunca maduré. Toca crecer un poco más.

Lo mejor es buscar retos, por suerte tengo varios. El futuro plagado de cosas por hacer. Y no dejar nunca de disfrutar de este sol mientras ilumine mi alma.

1 comentario:

  1. Entiendo tu miedo a la muerte, al final de todo, porque también es mi miedo. Yo creo que es de los miedos más puros y existenciales que puede tener una persona. Es un miedo natural y muy humano. Es de mis mayores miedos, a mi muerte y a la muerte de los seres queridos. No te sientas una persona egoísta por tener miedo a la muerte, no es para nada algo egoísta.

    He vivido momentos en los que también me he encontrado perdida y enredada en esa telaraña sin fin, y queramos o no hay que aceptar que ocurrirá, pero a la vez ese miedo me hace comprender la importancia de aprovechar este regalo tan maravilloso que es la vida. Aunque tenga un sentimiento de enorme tristeza, también me da fuerzas para no tirar la toalla.

    Y una de las formas de hacerlo es creciendo y aprendiendo cada día a ser mejor persona, como has dicho. Nunca dejaremos de aprender y lo bonito es seguir hacia adelante en ese proceso y establecer nuevas metas y planes, levantarnos siempre de las caídas, aunque a veces tardemos tiempo, pero levantarnos al final. Hay que luchar por no rendirse nunca.

    Nunca pierdas las ganas de seguir caminando, y aprovecha los rayos de ese sol todo lo que puedas. Porque merece la pena vivir la vida.

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