miércoles, 17 de julio de 2013

Redireccionando

La vida es una montaña rusa. Es una frase que he escuchado muchas veces, y es una gran verdad. Nuestro balance emocional sube y baja mientras vivimos en función de las circunstancias y mantener un equilibrio en ese juego es el secreto para ser estar bien. Pero la felicidad, al menos en mi caso, ese equilibrio, requiere de unos elementos que no siempre están.

Yo necesito una rutina, un camino por el que caminar con un destino más o menos claro. Necesito mantener las horas llenas con actividad, esperanza y deseos. Así crea uno sus metas, diseña expectativas y futuribles. Pero en esta montaña rusa tu eres solo un ocupante del vagón y no siempre van las cosas por donde lo esperas.

Por eso tu plan sólido se puede romper por mil circunstancias. Como cuando conduces y llegas a una calle cortada, o a una señal que te obliga a ir a la izquierda cuando querías ir a la derecha. Entonces es el momento de redireccionar. De buscar nuevas fórmulas, nuevas direcciones y quien sabe, nuevos destinos.

Por eso es bueno tener más de un plan, y de dos, y de tres... Así siempre podrás redireccionar y caminar y estar activo, buscar el equilibrio y en definitiva ser feliz.

domingo, 14 de julio de 2013

La muerte

No voy a vivir para siempre. Nadie lo ha hecho y nadie lo hará. No es consuelo en absoluto. La línea que separa estar aqui de no estarlo es mínima. En cualquier momento un accidente, verte en medio de un conflicto y ser asesinado o ser victima de una enfermedad... Estoy vivo escribiendo esto, pero no tengo la certeza de que mañana podré estar aqui otra vez. Y ese pensamiento me aterra.

La vida es maravillosa, es cada detalle. Cuando ríes y cuando lloras. Cuando coges de la mano a la persona que amas o cuando discutes con un hermano. Todo lo que nos pasa es sencillamente un regalo, porque estamos vivos para sentirlo cuando otros no lo están.

En el curso natural está el marcharse. Cada día marchan muchos y llegan nuevos. Nacen preciosos bebes sin conciencia que correrán distintas suertes.

El egoísmo me lleva a temer a la muerte como el miedo a despojarme del bien mas preciado, mi existencia. Y taladra mi mente con retorcidos pensamientos que llevan al negativismo y la hipocondría. En cierta manera como una espiral dolorosa y autodestructiva en el emocional que me ha vuelto alguien demasiado inestable, frágil e irascible. Y no soy así. Pero nada pasa por casualidad.

Todos vivimos de alguna forma como viven los planetas. En un cosmos donde todo gira armoniosamente bajo unos ritmos silenciosos. Los astros no son conscientes de ello. Como no lo era yo. Pero un día comprendes que ese cosmos no será eterno. No por ti mismo, sino por cada uno de los otros planetas que forman esa estabilidad. Porque yo no se cuando me iré, pero asumo como natural la partida de mis mayores, y basta que el sol tiemble un segundo para demostrar que solo con perder una persona de ese cosmos y yo caería sin remedio.


He visto dejar de brillar el sol que me dio la vida durante días. He llegado a creer que no volvería a iluminar todo. Y en esa sombra me he diluido en dolor y angustia. Y esa angustia ha fraguado en mi ser una profunda tristeza. El sol por suerte volvió a brillar... Y yo por suerte a sonreír, aunque otras heridas quedan por dentro. Ahora el reto es curarlas y madurar en aquello que nunca maduré. Toca crecer un poco más.

Lo mejor es buscar retos, por suerte tengo varios. El futuro plagado de cosas por hacer. Y no dejar nunca de disfrutar de este sol mientras ilumine mi alma.